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Antecedentes de Cornell respecto a Cananea

Mucha gente piensa que fue el Coronel, el descubridor de Cananea, y lejos quedan de la verdad, ya que Cananea existía desde los tiempos del Padre Kino, y el honorable Jesuita lo describe como un recóndito asentamiento de los Pimas constantemente asediado por los temibles Apaches.

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La riqueza minera de Cananea y su explotación se remonta a la época de los españoles, cuando un teniente del ejército cuyo nombre parece inteligible acabó vorazmente con cuanto oro y plata en la superficie se encontraba. Después con los años, en 1765 el gobernador de La Tienda, hizo todo lo posible por asentar ahí un "Real", pero los Apaches dieron al traste con el proyecto. A principios del siglo XIX, un grupo de inversionistas de Chihuahua, cuya firma mayor lo era Don Francisco Manuel Elguea se aventuró también fallidamente con el proyecto, y no fue hasta 1820 cuando la empresa de don José Pérez de Arizpe, y sus parientes los Arvayos del Rancho de Bacanuchi logró al fin poner en operación en firme las mina de Cananea en las cuales, por cierto, no ofrecía ningún atractivo el cobre.

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Pero otra vez como oleada apocalíptica, los Apaches acabaron con todo, y el Cananea moderno encuentra sus más firmes antecedentes hasta 1865 cuando las familias Pérez y Arvayo, propietarias de los nueve yacimientos que en aquel entonces se conocían en la región, fueron hasta el general Ignacio Pesqueira a sazón gobernador de Sonora y le ofrecieron en venta todos sus derechos.

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El general Pesqueira vivía, como así lo acostumbró durante los múltiples períodos que gobernó a nuestra Entidad, en su rancho "La Delicias", enclavado en el ahora municipio de Banámichi.

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Se desconoce la cantidad exacta que medió para que el general Pesqueira se convirtiera en el dueño de Cananea, pero lo que sí registra la historia, es que de inmediato puso manos en la obra para construir un fuerte en San Pedro con el fin de proteger sus inversiones de las incursiones de los Apaches, llegando incluso a disponer para su custodia hasta de 500 soldados.

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Una vez tomadas las providencias en contra de los más acérrimos enemigos del progreso de aquel entonces, el general Pesqueira le entró de lleno a la rehabilitación de los tiros de las minas, y se puso en contacto con los fabricantes ingleses de maquinaria minera y así adquirió los más avanzados portentos de la época en donde a base de vapor se acababa con la rudeza del trabajo de las minas, que inclusive acababa hasta con las bestias, con más razón con los hombres.

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Se nos dice que dicha maquinaria fue importada a través de Guaymas, tras que los vapores y veleros que la conducían le dieron la vuelta al Cabo de Hornos, ruta y barcos que aprovechaba el general Pesqueira para enviar hasta Europa el concentrado del mineral para su mejor aprovechamiento, y desde Cananea hasta Guaymas se utilizaron recuas de mulas.

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Por espacio de quince años, el general Pesqueira explotó con todo éxito el mineral de Cananea, y después de su muerte ocurrida el 4 de enero de 1884, aquello cayó en el abandono. Pero el camino había quedado abierto, y así encontramos que George Kitt de Arizona, funda su mina "Que Esperanzas", en el distrito de Puertecitos y otros con igual éxito comienzan a convertir toda aquella región en un verdadero emporio minero.

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Cuatro años después de la muerte del general Pesqueira, su viuda Doña Elena realizó una operación de venta de todos los predios mineros de Cananea que por cierto se llamaban: "Elenita" y "Alfredeña", en honor de la misma esposa e hija del general, al abogado Hilario Santiago Gabilondo añadiéndole a la acción mercantil, los derechos de la "Juárez", y la "Que Esperanzas", que habían resultado abandonadas por sus dueños norteamericanos y la mina "La Quintera" y tras adquirirlas el Licenciado Gabilondo las agrupó bajo la designación de Compañía Minera de Cananea.

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En aquellos tiempos ya casi en las postrimerías del siglo pasado y a principios del actual, el gobierno del general Porfirio Díaz venía otorgando una serie de facilidades para que los inversionistas extranjeros realizaran todo tipo de inversiones en suelo mexicano, y así encontramos como cientos de ranchos, huertas y minas de Sonora eran propiedad de vecinos de Arizona.

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Para tales negocios el desaparecido "Hotel Moctezuma", de Nogales, Arizona propiedad de Mamie Donahue figuraba como una "sui generis" casa de bolsa y de corretaje, y el "Nogales Border Gazette", y el "Oasis"; periódicos editados ahí, eran una especie de "Wall Street Journal", que ponían al tanto de lo que acontecía en el mundo de los negocios de Sonora, y aparte, la firma de banqueros y corredores de Nogales, "P. Sandoval y Cía", ofrecían gratis sus servicios de consejeros de cualquier pretendida operación mercantil.

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Fue a través del rejuego de Nogales como el Coronel adquirió un conocimiento sobre la existencia y operación de las minas de Cananea, y como ya había amasado una fortuna con el negocio del ganado, era todo un prospecto de inversor y no resultó nada difícil verse de repente envuelto en un grupo de interesados por adquirir los derechos mineros de Cananea.

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La resultante de esta fusión de capitales se les llamó las tres C. "Cananea Copper Company" y su formalización obra en los archivos del condado de Pima en Tucson. Aparte del Coronel figuraban en calidad de socios conocidos sonorenses como, Don Tadeo Iruretagoyena de Hermosillo y J.B. Storman que residía en Magdalena.

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Para entonces el mundo moderno había descubierto que junto con la electricidad el cobre tenía miles de usos y que aquellas montañas llenas de ese mineral valían toda una fortuna, pero se requería de cuantiosas fortunas para armar todo el enorme aparato que exige su obtención final y fue así como entonces el Coronel dio muestras de su enorme ingenio financiero, y empezó a mover sus contactos en los grandes distritos bursátiles de Chicago, Nueva York y San Francisco, para obtener esas cuantiosas cifras, en operaciones que llegaron a observar la fabulosa cifra de cinco millones de dólares en varias ocasiones.

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El pináculo del Coronel lo encontramos en el año de 1900 cuando organizó la "Cananea Consolidated Copper Company, S.A.", que agrupaba a 24 minas de Sonora y cuyas oficinas principales quedaron en el mero corazón de Nueva York.

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